domingo, 21 de octubre de 2012

Calor y respuesta agresiva

El sociólogo francés Quêtelet formuló en 1833, la “ley térmica de la delincuencia”, según la cual los delitos fuertes son más probables en épocas de fuerte calor. En concreto, según su teoría:

  • en invierno se comete el mayor número de delitos contra la propiedad
  • los delitos contra las personas se cometen en mayor número en el verano,.
  • en la primavera tienen ocurren más delitos sexuales
Dejando aparte la reacción inicial que puede provocar esta peculiar teoría, lo cierto es que numerosos estudios parecen corroborar ciertos aspectos de la misma, en concreto la referencia a la relación entre calor y agresión. En concreto, datos de archivo sobre criminalidad en grandes ciudades americanas muestran una relación lineal entre temperatura y violencia, aunque en los estudios de laboratorio eso no está tan claro. La razón se encuentra en el efecto modulador del afecto negativo (sentimiento displacentero ante condiciones aversivas), teniendo en cuenta que si existe afecto negativo la agresión se incrementa, pero si éste sobrepasa ciertos límites, la respuesta provocada puede ser de huida en lugar de cólera y agresión.
 
Según la hipótesis clásica frustración-agresión la primera era causa de la segunda, pero en revisiones posteriores se descartó esa causación directa. La frustración puede provocar agresión pero indirectamente, mediante la activación (arousal), siendo ésta la que proporciona energía para todas las respuestas que un individuo puede dar. De todos modos, la agresión se produciría cuando se han activado predisposiciones preexistentes que inclinan al individuo hacia la misma. No vayamos a esperar ahora que en los días calurosos el caos se apodere de la calle en forma de ataques irracionales y batallas campales, como si fuera el episodio piloto de alguna astracanada americana. La agresión puede ser un simple aumento en la tendencia a las respuestas verbalmente hirientes, (¡cuidado con molestar a nuestra pareja según qué días!) o reacciones inusualmente enérgicas ante estímulos otrora neutros.
 
Hay muchos factores que incluyen sobre la activación, como el estrés, las condiciones ambientales (calor, ruido), el dolor, los ataques recibidos, o los aspectos sociocultares. Todos estos antecedentes no ejercen su influencia de manera inmediata sino a través de muchas variables moduladores. La activación fisiológica siempre interactúa con la percepción que la persona tiene de su ambiente.
 
Hay unanimidad en el hecho de que factores como la temperatura o el ruido ambientales puede provocar reacciones físicas. Actualmente se cree que no es el calor sino el aumento súbito de temperatura del ambiente lo que afecta psicológicamente a la persona y hace que se sienta más incómoda, provocando reacciones puramente fisiológicas como cansancio, cambios en la tensión arterial”. ansiedad: irritación, inquietud o dificultad para concentrarse. Lo contrario, las disminuciones de temperatura no tienen ese efecto. Pero si en lugar de temperatura, hablamos de luz solar, se observa que las personas que viven en regiones con poca luz solar, como en los países nórdicos, tienen una mayor incidencia de problemas depresivos. En teoría esas personas buscarían por ejemplo en vacaciones, lugares cálidos, pero no precisamente por su calor, sino por la luz, para sentirse mejor. El problema es que generalmente los dos factores van unidos. Sin duda, un mayor equilibrio (utópico) entre temperatura y luz generaría bienestar y felicidad a un mayor número de gente.
 
Voy a dejar a un lado el que estas reacciones en situaciones extremas puedan generar o no respuestas agresivas, ya he dicho que depende mucho del efecto modulador del afecto negativo, pero lo que es incuestionable es la existencia de respuestas fisiológicas iniciales.
 
Para los que llevamos toda una vida sufriendo los efectos del calor, y lo que es peor, la incomprensión de los que a nuestro alrededor llegan aparentemente al éxtasis cuando el termómetro pasa de 30 grados o gimen de placer mientras sudan e imitan a los lagartos exponiéndose a un sol que nunca les hace justicia, saber que existen datos científicos que dan cierto respaldo a nuestros síntomas supone un pequeño consuelo, …sin necesidad de agredir a nadie.
 
(Este post está dedicado a todos los que adoramos el otoño y no nos rasgamos las vestiduras por la llegada del invierno.)


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