martes, 6 de noviembre de 2012

A mi "Súper" le ha salido un pobre

Pues sí, a mi "Súper" le ha salido un pobre, o más bien una pobre, porque mujer es, o eso parece que hay debajo de esas faldas largas y de tanta ropa. Antes no estaba allí, pero desde hace unos días la encuentras sentada en la entrada con la mano extendida, mientras cientos de clientes entran y salen por la puerta y pasan por su lado, indefectiblemente evitando mirarla.

Por lo general, cuando pasamos por delante de gente sin hogar  tirada en la calle, apartamos convenientemente la mirada, o miramos fijamente al frente mientras pasamos a su lado, como si fueran invisibles, Mirar algo es reconocer su existencia y mirar a una persona es dotarla de humanidad, así que evitando el contacto visual estamos diciéndole a nuestra conciencia que no hemos visto nada y que no hay nada por lo que preocuparse, podemos seguir caminando y olvidar tranquilamente el incidente. Lo que  no vemos no existe y evitamos así que nos perturbe. Es un mecanismo de defensa aprendido desde la infancia e incluso esperamos que funcione de modo bidireccional, es decir, si no nos miran, no estamos ahí. Todo el que ha intentado alguna vez evitar que un profesor nos preguntara algo en el aula mirándose fijamente los pies como si de repente hubiese descubierto que los tiene, sabe de lo que hablo.

Pero aún hay un segundo mecanismo de defensa. De acuerdo a la teoría de la disonancia cognitiva de Festinger, el ser humano busca la coherencia interna entre sus actitudes, creencias y conductas. Cuando hay algo que no cuadra, nos protegemos del entorno justificando y racionalizando nuestro comportamiento, aún a costa de mudar de creencias.

La teoría de la disonancia cognitiva de Festinger se encuadra dentro de las teorías de inconsistencia cognitiva, junto con la del equilibrio de Heider y la de congruencia de Osgood y Tannenbaum. Todas ellas tienen en común el asumir que la incoherencia o inconsistencia entre opiniones, actitudes o conductas provoca una situación de incomodidad en el individuo.  Ese estado es tan desagradable que nos obliga a buscar la coherencia mediante la justificación del comportamiento, incluso a costa de cambiar nuestras actitudes internas.

Si nuestras ideas o creencias no están en armonía con lo que hacemos nos sentimos tan mal que tenemos que generar ideas y creencias nuevas para reducir la tensión hasta conseguir que el conjunto encaje de nuevo entre si. Nuestro sistema de creencias debe ser coherente por lo que generamos nuevas ideas o modificamos las antiguas si es necesario. Básicamente no soportamos percibirnos como  personas incoherentes, supone tal coste psicológico que queremos resolver la disonancia modificando las actitudes internas para que coincidan con la conducta observable externa.

Según la importancia que demos a los elementos contradictorios, la disonancia será mayor. Todos conocemos la fábula de la zorra y las uvas. Lo que tal vez no sabíamos es que cuando la zorra, agotada tras los muchos intentos infructuosos por alcanzar un racimo de uvas, se marcha refunfuñando “bah, si total no estaban maduras..” está intentando recuperar la coherencia de su comportamiento. El fracaso es disonante, por eso debemos buscar maneras de disminuir esa disonancia y justificar nuestros esfuerzos. Lo coherente es recibir recompensa si se invierte un esfuerzo. Si eso no es así, se buscan mecanismos para resolver la incoherencia.  

Para resolver una disonancia, se utilizan varias alternativas.     
  • Cambiar uno de los elementos de forma que vuelvan a resultar coherentes (podemos cambiar el comportamiento o la creencia que resulta disonante con él).
  • Cambiar la importancia de los elementos (las uvas no son tan importantes)
  • Añadir nuevos elementos

El aspecto principal de la teoría de Festinger y que ha hecho de ella una teoría tan influyente, era que planteaba la posibilidad de cambiar las actitudes a partir de las conductas realizadas. Incide en el aspecto racionalizador del comportamiento por parte del sujeto.

Pero para que ésto se produzca, los sujetos deben tener la percepción de libertad de elección al realizar una conducta, es decir, sentirse responsables. Si estamos siendo obligados a hacer algo, no se produce esa tensión… Aunque paradójicamente éstos nos aporta otro modo de resolver la disonancia: si podemos llegar a autoconvencernos de que no estamos haciendo algo libremente nos descargarnos de responsabilidad y reducimos también así la inconsistencia.

La disonancia cognitiva explica la mayoría de los comportamientos que vemos a diario con una claridad meridiana, por eso es una teoría tan influyente.
  • Cuando hemos dudado en la compra de varios artículos, tendemos a valorar mucho más el objeto elegido una vez realizada la compra que antes.
  • Se puede llegar a justificar actos inmorales o deshonrosos pensando que son por obtener un bien mayor. (guerras, torturas…) 
  • Podemos evadir impuestos pensando que “ lo hace todo el mundo”
  • Algunos individuos pueden realizar pequeños hurtos en tiendas y pensar que “no están haciendo daño a nadie”.
  • Se puede justificar determinados actos de violencia culpabilizando a la víctima, con un “total , se lo merecía”.
  • Podemos decidir no hacer nada si oímos a nuestros vecinos gritar porque pensamos “que es normal que las parejas se peleen de vez en cuando”.
  • Cuando deseamos algo y no lo podemos obtener, acabamos criticándolo y quitándole valor. Lo mismo pasa cuando dejamos una relación, la persona que antes era un dechado de virtudes, ahora es un compendio de defectos.
  • Está mal mentir pero nos cuesta decir la verdad, así que lo llamamos mentira piadosa, “para que alguien no sufra” y mentimos sin sentir la disonancia.
  • Cuando vemos un programa sobre el hambre en Africa, podemos quitar el programa, para ignorar la información.
  • Exactamente lo mismo si el programa es sobre los efectos de fumar, el fumador decide cambiar de canal porque desea seguir fumando.
  • Otro ejemplo para los fumadores: rechazan las estadísticas pero aceptan siempre los ejemplos únicos que confirman su comportamiento: ("ese señor fumaba como un carretero y murió con 90 años").

Así que cuando fingimos no ver algo o cuando pensamos cosas como ¿para qué voy a ayudar a esa ONG, si seguro que el dinero no llega a su destino? O ¿para qué voy a ayudar a esa persona, si seguro que se lo va a gastar en alcohol, es un delincuente o seguro que detrás hay una mafia?, estamos aplicando sin saberlo los presupuestos de la disonancia cognitiva, justificando nuestra conducta de no ayudar, haciéndola consistente con la situación para recuperar el bienestar interno. Evitamos pensar en el individuo y lo llevamos al terreno de la generalización, mucho más seguro. Y si atendemos además  a los hechos que confirman nuestras creencias, frente a los que no,  sacándolos de nuestra memoria o del exterior, como las noticias negativas que confirman esos pensamientos, estamos reforzando aún más nuestra conducta.

Resumiendo, a mi "Súper" no solo le ha salido un pobre, sino que es un pobre disonante.

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