sábado, 3 de noviembre de 2012

Pensamiento grupal

El proceso de categorización consiste en la ordenación y simplificación de la realidad y podemos decir que es el proceso que subyace a la formación de un grupo.

Lo que define la existencia de un grupo es la existencia de creencias compartidas y también el sentimiento de pertenencia, que no es más que una creencia específica , la de “somos un grupo”.

El pensamiento grupal  (término acuñado por el psicólogo social Janis) se caracteriza por una exagerada percepción de “corrección y rectitud moral” de los planteamientos del propio grupo y una visión “estereotipada” y a menudo negativa de los exogrupos. También lo caracterizan cierto tipo de ilusiones compartidas por los miembros como:
  • Ilusión de invulnerabilidad. Muy peligrosa, los miembros del grupo comparten la creencia de que nada malo va a sucederles si se mantienen unidos. Se traduce en una negación del riesgo.
  • Ilusión de unanimidad.  Percepción exagerada del grado de acuerdo que hay entre los miembros.
  • Racionalización. Induce a saltarse el análisis y reflexión de los problemas en favor de justificaciones de las acciones, fruto de sus deseos y motivaciones 
Otros síntomas de que nos encontramos ante un pensamiento grupal son:
  • Presión hacia la uniformidad. Rechazo de las críticas si las hay de los miembros para garantizar la decisión grupal.
  • Autocensura
  • Guardianes de la mente. Miembros del grupo asumen la tarea de mantener la ortodoxia del grupo y denunciar las posibles desviaciones.
Indudablemente tanto las decisiones individuales como las grupales tienen sus ventajas e inconvenientes, pero el pensamiento grupal tal y como lo definió Janis explica en gran medida muchas decisiones “erróneas”.

Un ejemplo paradigmático que se suele utilizar para analizar a fondo los procesos del pensamiento grupal es el accidente del transbordador espacial Challenger. Los ingenieros detectaron fallos en la nave que desaconsejaban su lanzamiento. La presión por la uniformidad de los funcionarios de la NASA que no querían retrasar el lanzamiento se hizo evidente. Se les pidió a los ingenieros que opinaran como administradores, no como ingenieros. Un ejecutivo llegó a pedir  "que se retiraran su casco de ingeniero y se pusieran su sombrero de administrador”.  Los ingenieros se vieron en la situación de tener que demostrar absolutamente que el lanzamiento sería fallido, lo que obviamente no podían hacer. El resultado fue una ilusión de invulnerabilidad. Además se creó una ilusión de unanimidad cuando se encuestó solamente a los oficiales administrativos ignorando a los ingenieros en una consulta sobre el lanzamiento. Gracias a los guardianes de la mente, el principal ejecutivo de la NASA que tomó la decisión final, nunca se enteró de las preocupaciones de los ingenieros, y confiadamente dio la autorización para el lanzamiento.

Ante catástrofes o hechos negativos es muy común que las autoridades minimicen los riesgos (no tenemos que ir muy lejos para encontrar el ejemplo del Prestige). Las élites que toman decisiones a menudo suprimen las informaciones contradictorias.

Por otro lado, la actuación ante la crisis de los misiles se menciona a menudo como ejemplo de una buena decisión sin el influjo de los sesgos del pensamiento grupal. La clave estaría en la impecable actuación de un líder (en aquél caso Kennedy), asesorado por su gabinete pero imparcial. Muchas otras decisiones históricas pueden ser analizadas bajo el mismo prisma (la crisis de los rehenes en Irán, la guerra de Vietnam, la caída de la URSS, etc).

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