martes, 25 de agosto de 2015

Se acaba

Se acaba,
ya oscurece y es de día,
señal de que se acaba.
Terminan los días ociosos, sin obligación,
las mañanas eternas y las noches negras.
Pronto las sobremesas amargas
y las esperanzas no colmadas
serán tan solo un recuerdo,
un poco amargo esta vez.

No ha sido un buen verano,
nunca lo es,
pero a veces las nimiedades,
las fruslerías por abundantes
consiguen esconder la falta
de lo interesante, lo importante.

Pero esta vez no ha sido así.
Amargo es la palabra,
amargo como el té olvidado en su taza
o como la fruta sin sol,
o ese regusto en la boca
cuando crees que lo peor ha sido ya.

El último tramo siempre es el que suscita más añoranza
por ese comienzo cuando todo era posible,
cuando aún había fuerzas y ganas,
cuando el cansancio era solo una palabra.

Se acaba la última ¿fiesta?
el último evento singular,
al que nunca asistimos,
señal de que se acaba.
Terminan los paseos sin rumbo,
la búsqueda de sonrisas de colores
y de afectos que nadie ofrece.
Ya no seré testigo de la tregua
entre sombra y sol
que dividió el espacio un día
dejándome a mí en medio.

Adiós al pan gomoso en la mesa,
a las frases de resignación,
cuando no de recriminación,
de desesperanza e ignorancia;
a las advertencias, los engaños,
el “mañana será peor”.
Se acaba.

Mañana estaré perdida de nuevo
entre rutinas y personas
que nada saben de lo que dejo atrás,
miradas extrañas que no conocen este amargor.

Dejo atrás la parte de mí
que más quiero, la más débil,
la más cómoda, la que nunca creció,
la que se muere de miedo.

Dejo atrás mi corazón.

Si alguna vez sentí amor,
si alguna vez atisbé la paz,
fue aquí.

Si alguna vez soñé con algo
fue aquí.

Por eso vuelvo feliz,
aún cuando se que el último tramo
siempre, siempre será amargo,
aún cuando se que ya nada es como antaño.

El final, siempre me pilla desentrenada.

Esto se acaba, yo estoy triste,
más que otras veces.
Cansada, más que nunca.

Perdida, siempre.










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