viernes, 7 de octubre de 2016

Sólo tolerada

Duele el engaño
pero más duele la ignorancia.
En realidad yo no era nadie.
Tonta, eso sí lo fui;
y ciega, porque no alcancé a ver
que mi presencia no llenaba ningún hueco,
que yo era tolerada, pero no deseada.
Nombres, muchos, y ninguno me pertenecía.
Casas, familias,
todas ajenas, nunca hubo nada mío,
nada en qué posar mis ojos y resguardarme del frío.
Nada.                     
Sueños que al despertar duelen,
mentiras que entristecen.
¿qué tonta he sido, qué idiota!
A nadie importaba mi nombre,
nadie me echaba de menos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario