viernes, 11 de enero de 2013

Teoría del apego

Si en otro post comentaba mi teoría favorita en el ámbito de la psicología social (ver aquí), en esta ocasión quiero comentar una de mis preferidas en psicología evolutiva:  la teoría del apego de John Bowlby.

El apego es un lazo afectivo extremadamente fuerte y de larga duración que se establece entre el niño y normalmente la madre. Este apego se plasma en las llamadas “conductas de apego”, que son fácilmente observables y clasificables. La función de estas conductas es fundamentalmente adaptativa ya que la predisposición de las crías a permanecer cerca de un adulto hasta adquirir la destreza y habilidades necesarias para explorar el entorno de forma autónoma, favorece la supervivencia.

Aunque la concepción teórica se la debamos a Bowlby, es necesario recordar la importancia de la doctora Mary Ainsworth en la parte experimental con el diseño de la situación experimental conocida como Situación Extraña (The Strange Situation).

Bowlby señala cuatro etapas en la formación del apego:

  • Preapego (hasta los seis semanas)
El bebé demuestra reconocer la voz de su madre pero no muestra conductas de apego.

  • Formación del apego (seis semanas a seis-ocho meses)
El bebé reconoce a su madre, interacciona más fácilmente con ella que con otras personas (sonríe y balbucea con más facilidad) y está más tranquilo con ella. Aun así, no muestra más ansiedad cuando se separa de ella que cuando se separa de otras personas.

  • Apego (seis-ocho meses a dieciocho meses-dos años)
El apego se ve claramente en las reacciones de ansiedad ante la separación de la madre.

  • Relaciones recíprocas (18 meses-dos años en adelante)
Las habilidades de representación y lenguaje son fundamentales para que el niño pueda cambiar su conducta de ansiedad. Por un lado puede entender a la madre cuando le explica que la separación no es definitiva (cuánto mejor realice esta función la madre, más seguro se mostrará el niño ) y por otro imaginarse a la madre aún cuando ella no está presente.

 
Estas conductas de apego también pueden tener ligeras variaciones culturales debido al hecho de que no todas las culturas fomentan del mismo modo o con la misma intensidad la independencia.

En cuanto a los estudios experimentales, la “situación extrañada” diseñada por Ainsworth ha sido de una importancia crucial para identificar las conductas precisas y las variables implicadas. Esta “situación extrana” consistió en observar la conducta del niño en un total de ocho escenarios diferentes en los que se producían separaciones y reencuentros con la madre. Según el grado de seguridad mostrado por los niños, Ainsworth distinguió entre:

  • Apego seguro
Niños que usan a su madre como una base segura desde la que explorar el mundo. Los niños lloran al separarse de su madre pero se calman cuando regresa.

  • Apego evitante
Niños que no parecen preocupados por la separación, se muestran ansiosos por quedarse solos, pero se comportan con extraños de modo similar a cómo lo hacen con la madre. Exploran el mundo sin interaccionar con los adultos. No se acercan a la madre cuando regresa, o tardan en hacerlo, no evitan el contacto si ella les coge en brazos pero no suelen agarrarse.

  • Apego resistente
Antes de la separación se muestran próximos a la madre pero a su regreso parecen enfadados con ella. No se calman cogiéndoles en brazos. Se angustian solos y con extraños. Conducta exploratoria limitada.

  • Apego desorganizado/desorientado
Niños muy inseguros. Cuando regresa la madre se muestran desorganizados, con conductas contradictorias (mirar a otro lado cuando la madre los coge, llorar después de haberse calmado, etc).


Por supuesto, con la aparición de estos tipos de apego tiene mucho que ver las pautas y modos de conducta que muestre la madre, es decir, su nivel de sensibilidad/insensibilidad a las a las señales del bebé, de aceptación/rechazo al cuidado del hijo, etc.


Este tipo de teorías nos ayudan a comprender los efectos que  la falta de relaciones o lazos sólidos en el desarrollo pueden tener  en casos extremos como el de niños institucionalizados o incluso en hospitalizados de larga duración. Existen estudios interesantes sobre estos casos e incluso sobre niños prematuros, así como sobre la formación de vínculos con otras figuras de apego que no son la madre.









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