sábado, 29 de noviembre de 2014

Relato: Invierno de Inflexión (X) - Nueva etapa

  1. La primera entrevista
  2. La segunda entrevista
  3. Primer día
  4. La bendición
  5. La estrategia del general
  6. Navidad
  7. Peces y libros
  8. Un día cualquiera
  9. El viaje astral





Capítulo 10. NUEVA ETAPA


Este lunes pensaba salir pronto pero a última hora me colocaron un recadito: ir a la casa de Pitonisa Germana para llevarle un sobre. ¿Qué les costará llamar a un mensajero? Llegué a duras penas con las indicaciones que me dio el Socio (la orientación espacial de este hombre es un asco).

Estuve cinco minutos llamando al timbre y estaba a punto de irme cuando la puerta se abrió y Pitonisa vestida con lo que me parece un pijama me invitó a pasar. Por lo visto estaba pasando consulta o como se llame lo que hace.

Cogió el sobre y me dijo que esperara  un momento mientras iba a por la cartera. Estuvo rebuscando un buen rato. No me lo podía creer, ¿me iba a dar una propina?

Como abrió el sobre en mi presencia, así me enteré que lo que había dentro era la invitación a la comida de cumpleaños de Corbata Hiriente. No me lo podía creer. ¿No hubiera bastado una llamada telefónica?

Para mitigar mi enfado, acepté la propina y la utilicé para comprarme un libro.

Hoy nos hemos enterado que vamos todos a la comida, no sólo el “elemento femenino”. También están invitadas Pitonisa Germana y a otra amiga especial que es pintora. Supongo que la invitación a la pintora le llegó vía Sosaina. ¿También le habrán dado propina? Si no anduviera evitándole, se lo preguntaría.

Otra novedad es que no vamos a comer en su barrio, (con la curiosidad que tenía yo por conocer a sus vecinas) sino en el mismo restaurante asiático dónde comimos en Nochevieja.

Cuando llega el día, vamos  desde el Cubo todos juntos como un rebaño de ovejas. El jefe llega tarde, con Pitonisa Germana colgando de un brazo y la que supongo que es Pintora del otro.

Pitonisa Germana va tan hortera y llamativa como la otra vez. Hoy sin turbante, se le ve la melena oxigenada con rizos sobre una cabeza enorme. Tampoco trae perrito y cuando alguien le pregunta por él, se echa a llorar. El pobre ha muerto hace poco “de un problema intestinal”. No me sorprendo, recuerdo cómo le daba de comer.

Pintora es una señora de mediana edad algo extravagante, con el pelo violeta y muy dicharachera.

La chica de la tarde, la del ataque de llanto, a la que iba despedir pero continúa por aquí, se sienta al lado del Socio y no para de reírse cada vez que él abre la boca. Si existe algo lo más  alejado posible de lo que es un tío gracioso es este hombre, así que deduzco que la chica está coqueteando o simplemente es tonta de remate. Según va transcurriendo la comida, confirmo la segunda opción.

 “Las Lidias” hemos comprado un encendedor  en nombre de todos. No queríamos hacerlo, Corbata Hiriente va a pensar que le apreciamos, pero el Socio nos insistió. Pintora le ha regalado unos puros, así que puede decir que tiene un día perfecto.

Le pedimos al chino que trajera una velita en su postre (nuevamente presión por parte del Socio) y  Heidi casi se atraganta cuando le escucha pedir yogur. Encima el camarero se le olvida y cuando está a punto de dejar el yogur en la mesa, vuelve corriendo a la cocina, dejando a Corbata Hiriente con cara de bobo y cucharla en alto. Cuando vuelve, trae una vela que por las dimensiones ha quitado del candelabro que había en la entrada. El jefe no para de preguntar si ha  sido idea del restaurante o nuestra.

–Gracias, es un detalle muy bonito.

Antes de soplar la vela cierra los ojos y  dice  bajito:

– “Pasta, pasta”.

L o cierto es que se porta como el jefe ideal.  No se mete con nadie, agradece y se emociona con los regalos y paga la comida o eso suponemos porque salimos sin preguntar.
 
Todos teníamos preparada una excusa para largarnos si la cosa se alargaba, pero no hace falta utilizarla porque él es el primero en despedirse y marcharse con sus “amigas”. 

Como el jefe no está, nos sentamos  para tomar un café en la terraza. Hasta el Socio se queda. Nos cuenta que se va a ir de vacaciones unos días. Se le ve muy risueño y más hablador que otras veces.  No sé  qué habrá bebido pero en un momento comenta que el yogur de Corbata Hiriente parecía “semen congelado” y empieza a reírse, atragantarse y a toser todo a la vez, como repugnantemente hacen los fumadores crónicos. El estómago de Sosaina creo que se resiente del comentario o de las gárgaras del Socio y se excusa para ir al baño.

Cuando el Socio se va, nos relajamos de verdad. Empezábamos a sospechar que se había quedado a modo de topo para sonsacarnos información o algo así.

 Sosaina por fin me pilla a solas en un descuido y los dos pasamos el mal trago de mi rechazo. Después de mis calabazas decide que va a pasarse al turno de tarde. No imagino qué excusa le pondrá a Corbata Hiriente.

Poco a poco, la gente se va marchando. Me gustaría alargar la velada, pero no me apetece quedarme a solas con Sosaina que se está haciendo el remolón, así que me marcho con Heidi. Leo la decepción en el rostro de Sosaina y casi me da pena.

Al día siguiente, Corbata Hiriente llega vestido con vaqueros y sin corbata. Nos quedamos mirándole embobados pero nadie se atreve a decir nada. Nos toca reunión.

–Quiero informarles que estamos en una nueva etapa.

 ¿Cuántas llevamos ya?  He perdido la cuenta. Esta, por lo visto durará hasta el 30 de abril y a partir de ahí comenzará otra hasta el 31 de agosto.  Me pregunto qué fuentes estará consultando.

Por supuesta cuenta con Heidi (“aunque hay que refinarla un poquito”, dice con ella delante), y conmigo. De  Sosaina tiene dudas porque no ve resultados.

Nos pide que vayamos todos a jornada completa aunque de dinero ya hablaremos en abril.

–Negociaremos entonces –nos dice.

También nos anuncia que se va a coger unos días libres para ir a Roma.

–Para ver al Papa.

Y se levanta sin darnos tiempo a preguntar nada.

–¡Señorita Lidia!, quiero que venga conmigo a una visita –grita de camino a la puerta -.

 Yo rezo para que sea la otra Lidia, pero no tengo esa suerte.

Nos perdemos por el camino (el Socio le ha pasado la dirección).  Se enfada conmigo porque no llevo chaqueta y antes de entrar al despacho del posible cliente, me hace practicar diferentes formas de dar la mano. Después se va al baño y me deja sola más de media hora. El cliente se enfada por tener que esperar y ya no nos quiere recibir.

Volvemos a la oficina dónde nos esperan dos chicos nuevos,  uno muy guapo que empezó ayer por la tarde y otro tan alto que parece jugador de baloncesto y que comienza hoy. Guapo nos informa de  que el Socio se ha tenido que ir porque le ha salido un flemón.

Corbata Hiriente menea la cabeza con preocupación:

–Este pobre hombre se está muriendo” – nos mira–. Tengo un buen ojo para estas cosas –menea la cabeza–. Le voy a echar en falta para comercializar

Después se marcha con los nuevos para que “ vayan conociéndole” y me encarga que ponga por escrito lo que hemos hablado.

Lo malo de la jornada completa es que casi no tengo tiempo para comer.  Suelo ir al bar del Bizco o a la Cafetería Jubileta a picar algo. Doña Calceta es un amor que me ha hecho un gorro de lana precioso y me da innumerables consejos para cuidar bien de Paquito, (a Perfume Anestesianteta me la encontré flotando hace unos días). A veces tengo algún minuto para hacer algún recadito como  ir a comprar más de ese dichoso ambientador (“le delego”) en el supermercado  que tampoco vi el día de mi entrevista.

Por las tardes prácticamente no hay nada que hacer. Las que más ocupadas estamos somos “las Lidias”. Los dos nuevos no hacen nada más que mirar la pantalla. Alguno de ellos debe de ser cleptómano, porque el material de oficina ha empezado a escasear. Como las Lidias somos las únicas que por lo visto utilizamos bolígrafos, cada día nos las vemos y deseamos para encontrar uno.  He optado por llevar uno en el bolso y no soltarlo en ningún momento. Pero siempre hay un momento de descuido, te olvidas de custodiar el Bic y cuando te quieres dar cuenta ¡zas! ha desaparecido. Heidi me dice que podíamos ponerle una cadenita como en los bancos. «Somos patéticos», pienso yo.

Con Corbata Hiriente de vacaciones, además, los días transcurren en medio de una tranquilidad y aburrimiento letales.

Pero cuando regresa es peor. Tal vez porque no  ha conseguido ver al Papa, su humor está bastante negro.
–Van a ir todos al paro –nos anuncia en la primera reunión tras su vuelta.

Estoy bastante harta  así que no me puedo reprimir y le pregunto  si quiere que me quede en casa a partir del lunes. Se sorprende bastante y me pide que no vuelva a decir esas cosas nunca más. Luego parece pensárselo mejor porque dice:

–No se preocupe. Puedo recomendarla.

Me voy a las siete en punto, con ganas de mandarle a la mierda y quedarme en paro de verdad.
Antes de irme me dice:

–Mi padre está de visita – pausa–. Pesa 105 kilos.

Sus saltos en la conversación me siguen sorprendiendo. Le pido que le de recuerdos a su padre de mi parte, aunque no le conozco. Ni  quiero.

De camino al bus, voy pensando en cómo será mi vida de nuevo en el paro. Está claro que cada vez hay menos que hacer. No es que el Cubo haya destacado nunca por su actividad, pero últimamente estamos en las últimas.  Las tardes que no está Corbata Hiriente ni el Socio, nos la pasamos de cháchara, jugando a bolos con bolas de papel como el otro día, mirando a los obreros de la obra del parque,  o asustando a los nuevos que siguen viniendo con historias truculentas sobre el jefe y el Socio. ¡Como si hiciera falta! Pero es que nuestro nivel de aburrimiento algunas veces roza la zona de peligro. Algunos viernes salimos al supermercado  y  acabamos en el sofá comiendo  bollitos de mantequilla.

En paro y gorda, ese es mi futuro, aunque mi horóscopo de hoy no ponga nada de eso.

No hay trabajo pero Corbata Hiriente sigue cogiendo gente en prácticas. La última en venir fue  una amiga de Heidi; duró el tiempo que Corbata Hiriente tardó en llevarla al Hotel. Allí acabó llorando y se marchó para no volver. Y eso que debía de venir prevenida, ¿no? O a lo mejor no, igual no era tan amiga y por eso Heidi le dijo que viniera.


Los días que sí está en la oficina, son un calvario porque no tenemos nada que hacer y como él tampoco, nos pasamos el tiempo de reunión en reunión para tratar banalidades. En la última nos comunicó la lista de invitados que está preparando para la próxima comida de Navidad. De momento sólo estamos Heidi y yo. ¡Ah! y  Estrella del Amanecer  que en otro viaje astral reciente, le confirmó a Corbata Hiriente que le gustaría acudir. Sosaina y Medio Calvo son interrogantes, no sé por qué. El Socio sale y entra de la lista, depende del momento. 



(continuará)








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